jueves, 26 de septiembre de 2013

Señor en Ti Confio




Como el niño que no sabe dormirse
sin cogerse a la mano de su madre,
así mi corazón viene a ponerse
sobre tus manos, al caer la tarde. 

Como el niño que sabe que alguien vela
su sueño de inocencia y esperanza,
así descansará mi alma segura
sabiendo que eres tú quien nos aguarda. 

Tú endulzarás mi última amargura,
tú aliviarás el último cansancio,
tú cuidarás los sueños de la noche,
tú borrarás las huellas de mi llanto. 

Tú nos darás mañana nuevamente
la antorcha de la luz y la alegría,
y, por las horas que te traigo muertas,
tú me darás una mañana viva. Amén.

martes, 2 de julio de 2013

Semana de Oración por los Sacerdotes

ORACIÓN DIARIA:

¡Oh Jesús! Te ruego por tus fieles y fervorosos sacerdotes, por tus sacerdotes que trabajan cerca o en lejanas misiones, por tus sacerdotes que sufre soledad y desolación, por tus jóvenes sacerdotes, por tus sacerdotes ancianos, por tus sacerdotes enfermos, por tus sacerdotes agonizantes que padecen en el purgatorio.
Pero sobre todo, te encomiendo a los sacerdotes que me son más queridos, al sacerdote que me bautizó, al que me absolvió de mis pecados, a los sacerdotes a cuyas misas he asistido y que me dieron tu Cuerpo y Sangre en la Sagrada Comunión, a los sacerdotes que me enseñaron e instruyeron, me alentaron y aconsejaron, a todos los sacerdotes a quienes me liga una deuda de gratitud, especialmente… (nombra al sacerdote por el que quieres ofrecer esta semana de oración).

¡Oh Jesús!, guárdalos a todos junto a tu corazón y concédeles abundantes bendiciones en el tiempo y en la eternidad. Amén.

Santa Teresa de Lisieux 

















martes, 25 de junio de 2013

Semana de Oración por nuestros Sacerdotes. Día segundo.


Martes: Día de esperanza. 

Muchos de nuestros Pastores sufren enfermedades, depresión, persecución, y se sienten limitados o quebrantados.  Oremos por ellos, para que la esperanza los guíe y los sostenga.
Señor Jesús, te doy gracias por tu Sacerdocio prolongado en tus sacerdotes.  Hoy te pido por su esperanza.
Que cuando estén contigo en la agonía del Huerto, ella los haga velar para acompañarte.
Que cuando lleven a cuestas su cruz de cada día, Tú se las hagas suave y ligera.
Que cuando estén clavados en la cruz del ejercicio de su ministerio, su corazón se consuele unido al tuyo.
Que cuando sigan tus huellas, su mirada esté puesta en tu Pascua.
Que cuando experimenten la soledad y el abandono, esperen el cumplimiento fiel de tus promesas.
Que su esperanza sea gloriosa.
María, Madre de Dios Hijo, en tus manos ponemos su esperanza para que la alientes.

ORACIÓN DIARIA:
¡Oh Jesús! Te ruego por tus fieles y fervorosos sacerdotes, por tus sacerdotes que trabajan cerca o en lejanas misiones, por tus sacerdotes que sufre soledad y desolación, por tus jóvenes sacerdotes, por tus sacerdotes que sufren soledad y desolación, por tus jóvenes sacerdotes, por tus sacerdotes ancianos, por tus sacerdotes enfermos, por tus sacerdotes agonizantes que padecen en el purgatorio.
Pero sobre todo, te encomiendo a los sacerdotes que me son más queridos, al sacerdote que me bautizó, al que me absolvió de mis pecados, a los sacerdotes a cuyas misas he asistido y que me dieron tu Cuerpo y Sangre en la Sagrada Comunión, a los sacerdotes que me enseñaron e instruyeron, me alentaron y aconsejaron, a todos los sacerdotes a quienes me liga una deuda de gratitud, especialmente… (nombra al sacerdote por el que quieres ofrecer esta semana de oración).

¡Oh Jesús!, guárdalos a todos junto a tu corazón y concédeles abundantes bendiciones en el tiempo y en la eternidad. Amén.

Santa Teresa de Lisieux

lunes, 24 de junio de 2013

Semana de Oración por Nuestros Sacerdotes.

Este semana de junio de 2013, en Los Mochis, celebraremos la Fiesta de la Gratitud, que en las obras salesianas se celebra en torno al cumpleaños del Director de la Obra, sin embargo en está ocasión, reviste tres importantes eventos:

  1. Martes 18 de junio, 8vo. aniversario de Ordenación Sacerdotal del P. Manuel Heriberto Chávez Molina, SDB. Director de la Obra.
  2. Viernes 21 de junio, 50 aniversario de Ordenación Sacerdotal del P. Edmundo Benito Morales Romero, SDB; Coordinador del Oratorio Domingo Savio.
  3. Domingo 23 de junio, 6to. aniversario de Ordenación Sacerdotal del P. Héctor Lomelí Cervantes, SDB; Coordinador del Oratorio Don Bosco.

Entonces iniciamos esta semana de oración por nuestros sacerdotes:


Lunes: Pedimos fe.

La incredulidad y la apostasía no deben entrar en nuestros corazones.  ¡Oremos con un corazón nuevo para que esta fe transforme a nuestros Sacerdotes en Cristos nuevos!
Padre Santo, te doy gracias por el Sacerdocio de Jesús prolongado en el don de tus sacerdotes.  En el nombre de Jesús, el Hijo de tus complacencias, hoy te pido por la fe de tus sacerdotes.
Que brote de un encuentro constante con Jesús vivo y resucitado.
Que crean con el corazón palpitante que Tú los amas con un amor de predilección.
Que los mueva a agradecer diariamente su vocación.
Que estén constantemente abiertos a recibir las gracias que quieres regalarles.
Que los mueva a aceptarla y agradecerla como la exigencia para que se realice el milagro de la Salvación de los hombres.
Que mueva montañas y los llene de entusiasmo en su ministerio.
Que confíen en que Tú has escuchado la oración de Jesús por ellos para que sean uno y su gozo sea completo.
María, hija de Dios Padre, en tus manos ponemos su fe para que la ilumines.

ORACIÓN:
¡Oh Jesús! Te ruego por tus fieles y fervorosos sacerdotes, por tus sacerdotes que trabajan cerca o en lejanas misiones, por tus sacerdotes que sufre soledad y desolación, por tus jóvenes sacerdotes, por tus sacerdotes que sufren soledad y desolación, por tus jóvenes sacerdotes, por tus sacerdotes ancianos, por tus sacerdotes enfermos, por tus sacerdotes agonizantes que padecen en el purgatorio.
Pero sobre todo, te encomiendo a los sacerdotes que me son más queridos, al sacerdote que me bautizó, al que me absolvió de mis pecados, a los sacerdotes a cuyas misas he asistido y que me dieron tu Cuerpo y Sangre en la Sagrada Comunión, a los sacerdotes que me enseñaron e instruyeron, me alentaron y aconsejaron, a todos los sacerdotes a quienes me liga una deuda de gratitud, especialmente, por el P. Manuel, el P. Edmundo  y el P. Héctor. 

¡Oh Jesús!, guárdalos a todos junto a tu corazón y concédeles abundantes bendiciones en el tiempo y en la eternidad. Amén.

Santa Teresa de Lisieux 

viernes, 7 de junio de 2013

Consagración al Sagrado Corazón de Jesús.



Adorable Corazón de Jesús, el más tierno, el más amoroso, el más tierno de todos los corazones. Lleno de gratitud ante tus beneficios, vengo a consagrarme enteramente y sin reservas a Ti. Permíteme ser dócil instrumento para hacer tu Divina Voluntad. Deseo dedicar todas mis fuerzas a ganar en todo lo posible todos los corazones para Ti.

Recibe hoy mi corazón, Oh Jesús. Más bien hazte cargo del mismo, cámbialo, purifícalo; hazlo digno de Ti, humilde, tierno, paciente, fiel y generoso como el tuyo, inflamándolo con el fuego de tu amor. Guárdalo en tu Divino Corazón, junto con todos los corazones que te aman y están consagrados a Ti. Antes prefiero morir que herir tu adorable Corazón.

Tu sabes, Oh Corazón de Jesús, que el deseo de mi corazón es amarte siempre y ser todo tuyo en vida y en a muerte, en el tiempo y la eternidad. Sacratísimo Corazón de Jesús, ten misericordia de mí. Sagrado corazón de Jesús, en Ti confío.

viernes, 31 de mayo de 2013

Corpus Christi

Lc. 9, 11-17

Nuestro texto se ubica entre la pregunta de Herodes sobre Jesús (Lc 9, 7-9) y la respuesta de Pedro reconociéndolo como Mesías (Lc 9, 18-21). Es como si, entre ambas, Jesús actuara revelando quién es, manifestando su identidad más profunda. Jesús enseña, cura y da de comer. Es la manifestación visible de la Palabra, el poder y la presencia de Dios.
El episodio de la multiplicación de los panes aparece con diversos matices también en los otros evangelios (dos veces en Marcos), lo que demuestra no sólo que el evento posee un alto grado de historicidad, sino que también la comunidad cristiana primitiva lo consideró fundamental para comprender la misión de Jesús.
Jesús está rodeado de gente pobre, enferma y hambrienta. Les instruye sobre el Reino de Dios y cura a quienes tenían necesidad de ser sanados (v. 11). Lucas añade que “caía la tarde” (v. 12). El detalle evoca a los dos peregrinos de Emaús que invitan a Jesús: “Quédate con nosotros porque ya es tarde y pronto va a oscurecer” (Lc 24, 29). En los dos episodios la bendición del pan acaece al caer el día. Lucas da también una indicación espacial, todo está ocurriendo en un lugar “solitario” (lugar desértico), que evoca el don del maná y las resistencias e incredulidades de Israel en el camino por el desierto (Ex 16, 3-4).
El diálogo entre Jesús y los Doce pone en evidencia dos perspectivas. Los apóstoles quieren enviar a la gente a los pueblos vecinos para que se compren comida, proponen una solución “realista”; la perspectiva de Jesús es distinta, representa la iniciativa del amor, de la gratuidad total, y la prueba incuestionable de que el anuncio del Reino abarca también la solución a las necesidades materiales de la gente: “Denles ustedes de comer”.
Después de que los discípulos acomodaron a la gente, Jesús “tomó en su manos los cinco panes y los dos pescados, y levantando su mirada al cielo, pronunció sobre ellos una oración de acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos, para que ellos los distribuyeran entre la gente” (v. 16). El levantar su mirada al cielo revela la actitud orante de Jesús, que vive en permanente comunión con Dios; la bendición expresa gratitud y alabanza por el don que se ha recibido o se está por recibir. El gesto de partir el pan y distribuirlo, recuerda la última cena. Con los dos primeros gestos, Jesús vive el momento con actitud agradecida y filial delante de Dios su Padre; con el último, expresa su sensibilidad y solidaridad delante de los hombres.
Al final todos quedan saciados y sobran doce canastos (v. 17). El tema de la “saciedad” es típico del tiempo mesiánico (Sal 22, 27; 78, 29; Jer 31, 14). Jesús es el gran profeta de los últimos tiempos, que recapitula en sí las grandes acciones de Dios que alimentó a su pueblo en el pasado (2 Re 4, 42-44). Los doce canastos que sobran, no sólo resalta el exceso del don, sino que también pone en evidencia el papel de “los Doce” como mediadores en la obra de la salvación. Los Doce representan a la Iglesia, llamada a colaborar activamente a fin de que el don del Reino pueda llegar a todos los hombres.


Para escuchar la Palabra:
Durante su ministerio público Jesús fue, a menudo, huésped y comensal: compartió el hambre del hombre y su sed de convivencia. Dando de comer a la muchedumbre que le había escuchado, multiplicó el pan escaso y sació la necesidad de cuantos le creyeron. ¿Atiendo a Jesús? ¿Me sé atendido por Él? ¿Qué significa para mí celebrar la Eucaristía y “comulgar” en ella con Jesucristo? Como aquella muchedumbre que dejó para más tarde su propia necesidad por saciarse de su Dios, ¿sacio mi hambre de Dios en la escucha de su Palabra? ¿Me la paso satisfaciendo mis pequeñas necesidades sin alimentar mi hambre de Dios?
Los discípulos, siendo realistas por la escasez de medios, advirtieron a Jesús para que despidiera a la muchedumbre necesitada. Pero Jesús los responsabiliza: “Denles ustedes de comer”; y, para obrar el portento, Jesús acudió a la ayuda, pequeña pero no insignificante de sus discípulos, por poner a su disposición lo poco de que disponían, vieron cómo Jesús lograba satisfacer a una muchedumbre. ¿Soy sensible a las necesidades de los demás? ¿Confío en que sumando mi pobreza Jesús podrá saciar el hombre de muchos? Quien tiene a Dios por alimento, tiene al hambriento por alimentar. Olvidarlo sería menospreciar el cuerpo de Cristo que recibimos.

Para orar la Palabra:
Reconozco, Señor, que estás interesado en saciar mi necesidad. Aquella muchedumbre que fue para saciar su Hambre de Dios se olvidó de su hambre. Retrasó el comer para escucharte tu mensaje del Reino. Y yo, Señor, pierdo mi tiempo satisfaciendo mis pequeñas necesidades sin saciar esa hambre más profunda y radical de ti. No me siento atendido porque tampoco te he atendido. Despreocupado de ti no te sé implicado en mis cosas.
Ayúdame, Señor, a no anteponer ninguna necesidad a tu querer. A no estar centrado en lo que me hace falta sino en ti que quieres ser respuesta a mi necesidad.
Me vuelvo roñoso porque tengo poco siendo pobre. Pero no estoy escaso de bienes sino de fe. No confío en que abriendo mi existencia a ti, por muy pobre que sea tengo que aprender a compartir desde mi pobreza con los demás. No quiero, Señor, vivir insensible, por razones humanamente justificadas de mi escasez, a la necesidad de pan que sienten tantos hermanos hoy. Desde mi escasez de recursos, Señor, interviene para saciar el hambre de muchos. Que recibiéndote sacramentalmente ponga a disposición la pobreza de mis recursos para que tú seas providente para los demás.

martes, 14 de mayo de 2013

María Auxilio de los Cristianos, ruega por nosotros.




En el siglo XVI, los mahometanos estaban invadiendo a Europa. En ese tiempo no había la tolerancia de unas religiones para con las otras. Y ellos a donde llegaban imponían a la fuerza su religión y destruían todo lo que fuera cristiano. Cada año invadían nuevos territorios de los católicos, llenando de muerte y de destrucción todo lo que ocupaban y ya estaban amenazando con invadir a la misma Roma. Fue entonces cuando el Sumo Pontífice Pío V, gran devoto de la Virgen María convocó a los Príncipes Católicos para que salieran a defender a sus colegas de religión. Pronto se formó un buen ejército y se fueron en busca del enemigo.

El 7 de octubre de 1572, se encontraron los dos ejércitos en un sitio llamado el Golfo de Lepanto. Los mahometanos tenían 282 barcos y 88,000 soldados. Los cristianos eran inferiores en número. Antes de empezar la batalla, los soldados cristianos se confesaron, oyeron la Santa Misa, comulgaron, rezaron el Rosario y entonaron un canto a la Madre de Dios. Terminados estos actos se lanzaron como un huracán en busca del ejército contrario. Al principio la batalla era desfavorable para los cristianos, pues el viento corría en dirección opuesta a la que ellos llevaban, y detenían sus barcos que eran todos barcos de vela o sea movidos por el viento. Pero luego -de manera admirable- el viento cambió de rumbo, batió fuertemente las velas de los barcos del ejército cristiano, y los empujó con fuerza contra las naves enemigas. Entonces nuestros soldados dieron una carga tremenda y en poco rato derrotaron por completo a sus adversarios. Es de notar, que mientras la batalla se llevaba a cabo, el Papa Pío V, con una gran multitud de fieles recorría las calles de Roma rezando el Santo Rosario. En agradecimiento de tan espléndida victoria San Pío V mandó que en adelante cada año  se  celebrara el siete de octubre, la fiesta del Santo Rosario, y que en las letanías se rezara siempre está oración: “MARÍA AUXILIO DE LOS CRISTIANOS, RUEGA POR NOSOTROS”

El siglo pasado sucedió un hecho bien lastimoso: el emperador Napoleón llevado por la ambición y el orgullo se atrevió a poner prisionero al Sumo Pontífice, el Papa Pío VII. Varios años llevaba en prisión el Vicario de Cristo y no se veían esperanzas de obtener la libertad, pues el emperador era el más poderoso gobernante de ese entonces. Hasta los reyes temblaban en su presencia, y su ejército era siempre el vencedor en las batallas. El Sumo Pontífice hizo entonces una promesa: "Oh Madre de Dios, si me libras de esta indigna prisión, te honraré decretándote una nueva fiesta en la Iglesia Católica". Y muy pronto vino lo inesperado. Napoleón que había dicho: "Las excomuniones del Papa no son capaces de quitar el fusil de la mano de mis soldados", vio con desilusión que, en los friísimos campos de Rusia, a donde había ido a batallar, el frío helaba las manos de sus soldados, y el fusil se les iba cayendo, y él que había ido deslumbrante, con su famoso ejército, volvió humillado con unos pocos y maltrechos hombres. Y al volver se encontró con que sus adversarios le habían preparado un fuerte ejército, el cual lo atacó y le proporcionó total derrota. Fue luego expulsado de su país y el que antes se atrevió a aprisionar al Papa, se vio obligado a pagar en triste prisión el resto de su vida. El Papa pudo entonces volver a su sede pontificia y el 24 de mayo de 1814 regresó triunfante a la ciudad de Roma. En memoria de este noble favor de la Virgen María, Pío VII decretó que en adelante cada 24 de mayo se celebrara en Roma la fiesta de María Auxiliadora en acción de gracias a la madre de Dios.

El 9 de junio de 1868, se consagró en Turín, Italia, la Basílica de María Auxiliadora. La historia de esta Basílica es una cadena de favores de la Madre de Dios. Su constructor fue San Juan Bosco, humilde campesino nacido el 16 de agosto de 1815, de padres muy pobres. A los tres años quedó huérfano de padre. Para poder ir al colegio tuvo que andar de casa en casa pidiendo limosna. La Santísima Virgen se le había aparecido en sueños a los 9 años,  mandándole que adquiriera "ciencia y paciencia", porque Dios lo destinaba para educar a muchos niños pobres.

Nuevamente se le apareció la Virgen y le pidió que le construyera un templo y que la invocara con el título de Auxiliadora.
Empezó la obra del templo con tres monedas de veinte centavos. Pero fueron tantos los milagros que María Auxiliadora empezó a hacer en favor de sus devotos, que en sólo cuatro años estuvo terminada la gran Basílica. El santo solía repetir: "Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen".

Desde aquel santuario empezó a extenderse por el mundo la devoción a la Madre de Dios bajo el título de Auxiliadora, y son tantos los favores que Nuestra Señora concede a quienes la invocan con ese título, que ésta devoción ha llegado a ser una de las más populares.

San Juan Bosco decía: "Propagad la devoción a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros" y recomendaba repetir muchas veces esta pequeña oración: "María Auxiliadora, rogad por nosotros". Él decía que los que dicen muchas veces esta jaculatoria consiguen grandes favores del cielo.

viernes, 12 de abril de 2013

LOS DERECHOS DEL NIÑO.


Mafalda no es solo un personaje humorístico, es algo más, es un símbolo, representa la libertad, la democracia y los derechos humanos. Todo esto se ve dentro y fuera de las tiras. En el año 1977 Quino crea a petición de Unicef,  unas ilustraciones en las que Mafalda reivindica los derechos del niño.




PRINCIPIO 1
El niño disfrutara de todos los derechos enunciados en esta Declaración. Estos derechos serán reconocidos a todos los niños sin excepción alguna ni distinción o discriminación por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento u otra condición, ya sea del propio niño o de su familia.


PRINCIPIO 2
El niño gozará de una protección especial y dispondrá de oportunidades y servicios, dispensado todo ello por la ley y por otros medios, para que pueda desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente en forma saludable y normal, así como en condiciones de libertad y dignidad. Al promulgar leyes con este fin, la consideración fundamental a que se atenderá será el interés superior  del niño.


PRINCIPIO 3
El niño tiene derecho desde su nacimiento a un nombre y a una nacionalidad.


PRINCIPIO 4
El niño debe gozar de los beneficios de la seguridad social. Tendrá derecho a crecer y desarrollarse en buena salud; con este fin deberán proporcionarse, tanto a él como a su madre, cuidados especiales, incluso atención prenatal. El niño tendrá derecho a disfrutar de alimentación, vivienda, recreo y servicios médicos adecuados.


PRINCIPIO 5
El niño disfrutara de todos los derechos enunciados en esta Declaración. Estos derechos serán reconocidos a todos los niños sin excepción alguna ni distinción o discriminación por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento u otra condición, ya sea del propio niño o de su familia.


PRINCIPIO 6
El niño, para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, necesita amor y comprensión. Siempre que sea posible, deberá crecer al amparo y bajo la responsabilidad de sus padres y en todo caso, en un ambiente de afecto y de seguridad moral y material; salvo circunstancias excepcionales, no deberá separarse al niño de corta edad de su madre. La sociedad y autoridades públicas tendrán la obligación de cuidar especialmente a los niños sin familia o que carezcan de medios adecuados de subsistencia. Para el mantenimiento de los hijos de familias numerosas conviene conceder subsidios estatales o de otro índole.


PRINCIPIO 7
El niño, para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, necesita amor y comprensión. Siempre que sea posible, deberá crecer al amparo y bajo la responsabilidad de sus padres y en todo caso, en un ambiente de afecto y de seguridad moral y material; salvo circunstancias excepcionales, no deberá separarse al niño de corta edad de su madre. La sociedad y autoridades públicas tendrán la obligación de cuidar especialmente a los niños sin familia o que carezcan de medios adecuados de subsistencia. Para el mantenimiento de los hijos de familias numerosas conviene conceder subsidios estatales o de otra índole.


PRINCIPIO 8
El niño debe gozar de los beneficios de la seguridad social. Tendrá derecho a crecer y desarrollarse en buena salud; con este fin deberán proporcionarse, tanto a él como a su madre, cuidados especiales, incluso atención prenatal. El niño tendrá derecho a disfrutar de alimentación, vivienda, recreo y servicios médicos adecuados.



PRINCIPIO 9
El niño debe ser protegido contra toda forma de abandono, crueldad y explotación. No será objeto de ningún tipo de trata. No deberá permitirse al niño trabajar antes de una edad mínima adecuada; en ningún caso se le dedicará ni se le permitiría que se dedique a ocupación o empleo alguno que pueda perjudicar su salud o su educación, o impedir su desarrollo físico, mental o moral.

PRINCIPIO 10
El niño debe ser protegido contra las prácticas que puedan fomentar la discriminación racial, religiosa o de cualquiera otra índole. Debe ser educado en un espíritu de comprensión, tolerancia, amistad entre los pueblos, paz y fraternidad universal, y con plena conciencia de que debe consagrar sus energías y aptitudes al servicio de sus semejantes.




lunes, 1 de abril de 2013



Homilía de S.S. Francisco, en la Vigilia de Pascua. 

Queridos hermanos y hermanas,

1. En el Evangelio de esta noche luminosa de la Vigilia Pascual, encontramos primero a las mujeres que van al sepulcro de Jesús, con aromas para ungir su cuerpo (cf. Lc 24,1-3). Van para hacer un gesto de compasión, de afecto, de amor; un gesto tradicional hacia un ser querido difunto, como hacemos también nosotros. Habían seguido a Jesús. Lo habían escuchado, se habían sentido comprendidas en su dignidad, y lo habían acompañado hasta el final, en el Calvario y en el momento en que fue bajado de la cruz. Podemos imaginar sus sentimientos cuando van a la tumba: una cierta tristeza, la pena porque Jesús les había dejado, había muerto, su historia había terminado. Ahora se volvía a la vida de antes. Pero en las mujeres permanecía el amor, y es el amor a Jesús lo que les impulsa a ir al sepulcro. Pero, a este punto, sucede algo totalmente inesperado, una vez más, que perturba sus corazones, trastorna sus programas y alterará su vida: ven corrida la piedra del sepulcro, se acercan, y no encuentran el cuerpo del Señor. Esto las deja perplejas, dudosas, llenas de preguntas: «¿Qué es lo que ocurre?», «¿qué sentido tiene todo esto?» (cf. Lc 24,4). ¿Acaso no nos pasa así también a nosotros cuando ocurre algo verdaderamente nuevo respecto a lo de todos los días? Nos quedamos parados, no lo entendemos, no sabemos cómo afrontarlo. A menudo, la novedad nos da miedo, también la novedad que Dios nos trae, la novedad que Dios nos pide. Somos como los apóstoles del Evangelio: muchas veces preferimos mantener nuestras seguridades, pararnos ante una tumba, pensando en el difunto, que en definitiva sólo vive en el recuerdo de la historia, como los grandes personajes del pasado. Tenemos miedo de las sorpresas de Dios; tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Él nos sorprende siempre.

Hermanos y hermanas, no nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a nuestras vidas. ¿Estamos acaso con frecuencia cansados, decepcionados, tristes; sentimos el peso de nuestros pecados, pensamos no lo podemos conseguir? No nos encerremos en nosotros mismos, no perdamos la confianza, nunca nos resignemos: no hay situaciones que Dios no pueda cambiar, no hay pecado que no pueda perdonar si nos abrimos a él.

2. Pero volvamos al Evangelio, a las mujeres, y demos un paso hacia adelante. Encuentran la tumba vacía, el cuerpo de Jesús no está allí, algo nuevo ha sucedido, pero todo esto todavía no queda nada claro: suscita interrogantes, causa perplejidad, pero sin ofrecer una respuesta. Y he aquí dos hombres con vestidos resplandecientes, que dicen: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado» (Lc 24,5-6). Lo que era un simple gesto, algo hecho ciertamente por amor –el ir al sepulcro–, ahora se transforma en acontecimiento, en un evento que cambia verdaderamente la vida. Ya nada es como antes, no sólo en la vida de aquellas mujeres, sino también en nuestra vida y en la historia de la humanidad. Jesús no ha muerto, ha resucitado, es el Viviente. No es simplemente que haya vuelto a vivir, sino que es la vida misma, porque es el Hijo de Dios, que es el que vive (cf. Nm 14,21-28; Dt 5,26, Jos 3,10). Jesús ya no es del pasado, sino que vive en el presente y está proyectado hacia el futuro, es el «hoy» eterno de Dios. Así, la novedad de Dios se presenta ante los ojos de las mujeres, de los discípulos, de todos nosotros: la victoria sobre el pecado, sobre el mal, sobre la muerte, sobre todo lo que oprime la vida, y le da un rostro menos humano. Y este es un mensaje para mí, para ti, querida hermana y querido hermano. Cuántas veces tenemos necesidad de que el Amor nos diga: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Los problemas, las preocupaciones de la vida cotidiana tienden a que nos encerremos en nosotros mismos, en la tristeza, en la amargura..., y es ahí donde está la muerte. No busquemos ahí a Aquel que vive.

Acepta entonces que Jesús Resucitado entre en tu vida, acógelo como amigo, con confianza: ¡Él es la vida! Si hasta ahora has estado lejos de él, da un pequeño paso: te acogerá con los brazos abiertos. Si eres indiferente, acepta arriesgar: no quedarás decepcionado. Si te parece difícil seguirlo, no tengas miedo, confía en él, ten la seguridad de que él está cerca de ti, está contigo, y te dará la paz que buscas y la fuerza para vivir como él quiere.

3. Hay un último y simple elemento que quisiera subrayar del Evangelio de esta luminosa Vigilia Pascual. Las mujeres se encuentran con la novedad de Dios: Jesús ha resucitado, es el Viviente. Pero ante la tumba vacía y los dos hombres con vestidos resplandecientes, su primera reacción es de temor: estaban «con las caras mirando al suelo» – observa san Lucas –, no tenían ni siquiera valor para mirar. Pero al escuchar el anuncio de la Resurrección, la reciben con fe. Y los dos hombres con vestidos resplandecientes introducen un verbo fundamental: «Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea... Y recordaron sus palabras» (Lc 24,6.8). La invitación a hacer memoria del encuentro con Jesús, de sus palabras, sus gestos, su vida; este recordar con amor la experiencia con el Maestro, es lo que hace que las mujeres superen todo temor y que lleven la proclamación de la Resurrección a los Apóstoles y a todos los otros (cf. Lc 24,9). Hacer memoria de lo que Dios ha hecho por mí, por nosotros, hacer memoria del camino recorrido; y esto abre el corazón de par en par a la esperanza para el futuro. Aprendamos a hacer memoria de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas.

Invocando la intercesión de la Virgen María, que guardaba todos estas cosas en su corazón (cf. Lc 2,19.51), pidamos al Señor que nos haga partícipes de su resurrección: nos abra a su novedad que trasforma, a las sorpresas de Dios; que nos haga hombres y mujeres capaces de hacer memoria de lo que él hace en nuestra historia personal y la del mundo; que nos haga capaces de sentirlo como el Viviente, vivo y actuando en medio de nosotros; que nos enseñe cada día a no buscar entre los muertos a Aquel que vive. Amén.

miércoles, 27 de marzo de 2013

JUEVES SANTO



El Jueves Santo es una especie de "profecía" de la Pascua. En el Monte de los Olivos Jesús vive, conscientemente y de manera anticipada, su Pasión y su Muerte. Este día se bendice el Santo Crisma, que se utilizará hasta el siguiente Jueves Santo. También se realiza la Misa de la Cena del Señor, en la que se recuerda la Última Cena que Jesús tuvo con sus amigos, los apóstoles. La Última Cena puede interpretarse como la instauración de la Misa

Está lleno de evocaciones hermosas, porque en ese día recordamos tres grandes acontecimientos de salvación sucedidos durante la última cena de Jesús con sus apóstoles: 

      La Institución de la Eucaristía: La institución de la Eucaristía, como alimento y bebida espiritual, como medio de unión profunda con nuestro Redentor. Desde ese día la Iglesia celebra la Eucaristía como recuerdo de Él. Se consagran las hostias para esta celebración y las que se consumirán el Viernes Santo.

      La Institución del Sacerdocio: Recordamos también la institución del sacerdocio cristiano, que sustituyó para siempre al antiguo sacerdocio de la ley de Moisés.  El Único y nuevo sacerdote es Cristo y los sacerdotes ordenados por el obispo en la Iglesia católica son solamente partícipes del sacerdocio de Cristo.  Es un sacerdote que no necesita purificarse de sus pecados antes de ofrecer el sacrificio porque no ha pecado. Él es un Sacerdote que siempre agrada a Dios porque Dios es su Padre.


      El mandamiento de amor y servicio. (Lavatorio de pies): Y recordamos finalmente la institución del mandamiento principal de Jesús que es el Amor. Ya no somos esclavos de la ley, sirviendo en el temor, somos hijos del amor y el que ama ha cumplido la ley. Nos da el ejemplo de amor al prójimo, humildad y servicio al hermano, al lavar los pies a sus discípulos.

Esta tarde, después de la celebración de la Cena del Señor se guarda el Santísimo Sacramento para la Comunión del día siguiente y se le venera en forma especial.